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De paso

Durante estos meses de invierno los días son cortos, como todo el mundo debería saber, y las labores de la huerta son diferentes, generalmente de menor intensidad, más lineales, como las ramas peladas de los árboles, en supuesto reposo, a la espera.

Después, cuando los días y las noches se templan, empiezan a suceder más cosas, más volúmenes, más colores en la luz, más ruido revoloteando, como si todo el mundo decidiera abrirse, mostrarse, según lo esperado... o de manera sorpresiva.

En verano vienen a la huerta-finca Padura voluntarios, visitas momentáneas, clientes, buscadores de tesoros, piratas, gentes de paso... Ejemplo de estos últimos fue Wim, que vino en bicicleta desde su país, un joven rubio, alto, sonriente, aventurero, ingeniero de algo, belga. Venía en bicicleta desde Bélgica y pensaba que Padura podría ser una jornada de descanso en su tour, en su ruta, pues su destino era Dakar. Plantó su tienda en un rincón de la huerta y le debió gustar este lugar del universo pues se quedó un mes, asiduo de los sanfermines, ayudante en la huerta, echando alguna raiz... y un día se fue. Cuando llegues a Dakar, escríbenos, le dijimos. Al cabo de unos meses distraídos recibimos una tarjeta desde la capital de Senegal: todo bien, gracias.

Este agosto pasado una tarde apareció de repente Josep como a las nueve de la noche. Cuando los perros ladraron vimos que en la puerta estaban Josep y su caballo Nuno. Nos pedía agua para el equino. Iban de paso, querían agua, era una tarde calurosa, aunque fuera un poco de agua: más tarde nos dijo que tal vez en el estío andábamos escasos de agua. Bebió Nuno toda el agua que quiso, también Josep. Que iban a Olot, nos dijo. ¿Cómo era posible que pasaran por la puerta de Padura queriendo ir a Olot?, nos preguntamos. Pareja menuda, delgado Josep, no muy alto, alrededor de los treinta años, joven Nuno, negro, sin hacerse aun del todo, no más alto que nuestras burras, pareja un tanto quijotesca, una aparición en medio de la tarde. Pareciera que llevaran juntos desde siempre... y se habían conocido tres días antes. Josep había comprado a Nuno por internet, vino en autobús a Orduña a por él, ahora se iban caminando los dos hasta Girona, a casa. Buscando rutas fuera del asfalto aparecieron sin prisas. Se quedaron a pasar la noche. Entre los bultos que cargaba Nuno había una tienda de campaña, también algo de comida, nada excesivo, sólo lo más necesario. A pesar de ello Nuno se vio contento cuando su dueño le quitó las alforjas. Comió algo de hierba, nos miraba. Josep nos dijo que le gustaba viajar sin ruta fija, abriendo camino, profesor de música, vacaciones, también la guitarra a lomos del caballo, vegetariano, sonriente, agradecido.

A la mañana siguiente le llevamos el desayuno, también Nuno comió algo de grano. Intercambiamos correos: cuando llegues a Olot, le dijimos, mándanos una señal. Luego se fueron despacio, paso tranquilo, Nuno de nuevo cargado, siguiendo a su dueño...

Meses después recibimos una foto, en el reverso blanco llevaba un escrito.

​​“Espero que os acordéis de mí tanto como yo de vosotros. Os prometídaros noticias al llegar y aquí esta, con un poco de retraso! Llegué a Olot el 17 de septiembre con mucha ilusión. El viaje fue una aventura pero también una gran experiencia. Gracias a gente como vosotros pasé mucho mejor el camino y os agradezco mucho vuestra amistad!Espero que el verano os fuera muy bien y tuvieseis una muy buena cosecha en el huerto. Nuno está en casa muy bien, ha engordado bastante.

Si venís por Olot no dudéis en llamar. ¡Un abrazo!

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